martes, 11 de junio de 2013

               EL YO SOBREDIMENSIONADO 

                   UNA AMENAZA PARA LA PAZ SOCIAL.- 

                                           Dr.F.Antonio Bera Bautista

                                                   PSICÓLOGO


El yo sobredimensionado de base psicopatológica, es un protagonista de primera línea que ha realizado una extraordinaria aportación a la creación de las llamadas crisis económicas como la que se vive hoy.
Está metido en los entresijos del liberalismo económico que campea en las políticas de signo moderno, que en la historia reciente dió su pistoletazo de salida en los años ochenta, con sus principales consecuencias en los estandartes de injusticia social, cada vez más desequilibrantes y más profundas. Conjuntamente con la permisividad de la mentalidad colectiva moderna, vaciada de principios esenciales, que pertenecen a la ley natural de conservación y desarrollo de la especie humana, y que contribuyen al trabajo solidario y a la distribución equitativa de los bienes.

El yo sobredimensionado, se cultiva, crece y se desarrolla con todo su poder devastador en las excelentes condiciones que les ofrecen:
Las tendencias egocéntricas propias de la naturaleza humana, que si urgamos en los fondos de la personalidad, nos econtraríamos con tintes traumáticos predisponentes, como describiremos más adelante.
Segundo, la atmósfera colectiva deficitaria de valores fundamentales que permiten y alimentan comportamientos y actitudes antisociales, en los que encaja perfectamente la indiferencia por el otro.
Tercero, la ideología del libre mercado, que ha impregnado nuestras sociedades en las últimas tres décadas, como escenario de circunstancia cultural, proteccionista y alentadora de la voracidad salvaje de la acumulación de riqueza sin ninguna regulación.
Como dijo Sthephen Hessel, "el poder del dinero nunca ha sido tan grande, insolente y egoísta con todos", que nos ha llevado a la dictadura de los mercados financieros, que amenaza la paz, la justicia social y la democracia en la que vivimos hoy en el tormentoso panorama de las recesiones económicas.
Como lo suelo expresar: " si no hay leche, ni queso, ni carne, es porque los lobos se han comido el ganado."
Véase en este sentido lo que dijo la señora Thatcher, una de las impulsoras de la economía del libre mercado:
"La sociedad no existe, existen hombres, mujeres y existen familias." Queriendo decir con ello que los seres humanos sólo existen como agentes egoístas, sin ninguna sociedad que los vincule entre sí (Ha Hoo Chang).
La economía imperante del libre merado, también llamada economía neoliberal, ha hecho su principal aportación para que se desarrolle en el seno de la sociedad sus depredadores implacables, entre ellos, el "yo sobredimensionado de base psicopatológica."

Cuando el dinero obra como estímulo que excita las funciones cerebrales, y el poseer bienes representa el valor existencial más preciado, se produce un "secuestro" de la voluntad y un trastorno de la vida instintiva, que va generar actos impulsivos, como la cleptomanía o robo, dando orígen a un descarrilamiento de los impulsos que tienen una exteriorización insensata y muchas veces incomprensible, como vemos en muchos casos de los que salen a la luz pública.
El trastorno asociado a la voluntad, la hiperbulia, que se refiere al incremento de las tendencias apetitivas, las arrastran hacia la ejecución de actos indebidos, que cuando persisten y se hacen repetitivos, surge el indicador obsesivo como impulso irresistible para continuar ejecutandolos, y es ya cuando la voluntad aparece como fuerza interior que decide y ordena, hiperbúlica, por tanto enferma, enganchada, atascada en la imágen del fín.( "Cuando el hábito malo no encuentra resistencia, degenera en necesidad").

Con una voluntad cada vez más incapáz de Nolición, que es la que hace retirarse eficázmente de un acto, por ejemplo indebido, con relación a la imágen del fín que se ha instalado en la mente (dinero, poder), la razón por la cual se quiere algo, y el motivo que se supone va proporcionar provecho.
Ya la voluntad en estado patológico, se experiementa la sensación de que algo superior domina, impulsa y coacciona. Es entonces cuando se producen "actos impulsivos" y consecuentemente, obsesivos. La voluntad en su estado patológico cede, y se ejecutan actos aúnque estos sean delictivos.
Las restantes funciones psíquicas quedan afectadas, la percepción y la atención, la asociación de ideas, los juicios, los sentimientos, a modo de "metástasis", casi todo el psiquismo y la personalidad del afectado.

El yo se posesiona de sí mismo y queda completamente dominado por su deseo de dominar, es decir, sobredimensionado, con fantasías de impunidad, que son al final las que más contribuyen a su caída.
En este panorama psicopatológico, se hinca la estaca del delito, aguijoneado por la avaricia, destacando sus principales protagonistas:
Un sujeto corrupto, un sujeto corruptor y un escenario corruptible (instituciones, etc.).

El yo sobredimensionado sele existir en una persona considerada social y clínicamente sana, puesto que sus principales parámetros de funcionamiento mental no ofrecen alteraciones significativas ya que convive y se comunica adecuadamente, con frecuencia de forma magistral, dentro del órden social establecido.
Y este yo patológico, lo es, también considerado desde el punto de vista de la proyección mórbida que da orígen a las consecuencias que produce a sí mismo ("el que quiere arañar la luna, se arañará el corazón" G. Lorca, 1898-1936), a los demás y al entorno en el que se encuentran.
Posiblemente no se trate de un enfermo mental, pero sí de un trastorno que afecta a su personalidad, a causa de la exacerbación del yo, que busca reafirmar su identidad, el valor y la seguridad de sí mismo, mediante una apremiante y continuada presión, que su psiquismo conducirá por canales de aceptación y reconocimiento social, asociados al éxito, espoleado por ambiciones, avaricias, que le llevan a buscar el posicionamiento social ( empresarial, financiero, comercial, político, etc.), para poner en marcha los mecanismos necesarios y desear ilimitadamente bienes, dinero y riquezas; que para conseguirlo centrará en ello todo su tiempo, toda su vida, todas sus fuerzas. Y así dar inicio  a una carrera, ya como  "dineroinómano",casi siempre devastadora para el equilibrio y la justicia social. Durante la cual le provocará alguna que otras paradas en tribunales de justicias, cárceles, hospitales, etc. ("un hombre no es desdichado a causa de la ambición, sino porque esta lo devora" Montesquieu, 1689-1755), junto al excepticismo y hasta desprecio de la sociedad, aúnque previamente muchos consiguen ser galardonados y revestidos de prestigio por parte de instituciones públicas de reconocidas solvencias.

Esa persona con un Yo sobredimensionado de base psicopatológica, salta con frecuencia a la vida pública. El conflicto al que se enfrenta es una lucha competitiva que se va haciendo enfermiza entre su yo y la realidad, basado en una falacia que él ha construido en su mente: "tener para ser, ser para tener, o...morir en el intento."
Así se comprende las consecuencias que vemos en muchos titulares de prensa, puesto que su ansiedad por tener más y más es bastante más grande que todas las angustias juntas de los que no tienen nada.
Su afán de llegar más lejos y más alto, le obliga a pisar la cabeza, si hace falta, a todo el que se cruce por su camino.
Sus ansias de lucro lo convierten en un devorador insaciable que se arrastra como fiera jadeante detrás de su presa. Perseguidor implacable de lo que quiere, no de lo que necesita, no importa el coste personal o el dolor que haya que infligir a otros ("pocas o ninguna vez se cumple con la ambición, que no sea con daños a terceros." Cervantes 1547-1616), lo rastrea, no importa si hay que levantar suelos cimentados por otros, o derribar techos que aplasten a todo el que esté debajo, con tal de tener bienes , beneficios, dinero y más dinero.
Y como no va ser así, si es que le han despojado de su alma y se la han ocultado en trocitos repartidos en los billetes que se esconden entre los "arbustos" que forman, a su modo de ver, ese amasijo de carne de eso que llaman humanidad, sociedad, familia.

Este no es no es un mundo, sino un lugar de oportunidades para tener, arrebatar o arrancar todo cuanto se pueda almacenar, da igual si se disfruta o si se pudre. El ya se ha encargado de engalanar su yo sobredimensionado al mejor estilo e imágen que aprueba la sociedad, en los ámbitos públicos o privados en donde se ejerce el protagonismo y el poder sobre los demás.
Se cuela en los parlamentos, en cualquier despacho de ejecutivo de alta curnia, o si es necesario para sus fines, nos lo podemos encontrar, incluso, detrás del humo del incienso del altar con vestidura inmaculada de santo.

Su interés exclusivo por sí mismo le condena a una regulación patológica de su autoestima, no por exceso de amor propio, sino más bién por la falta crónica de este.
¿Y sería exagerado equipararlo al terrorista que antenta indiscriminadame contra indefensos, o con la crueldad del asesino en serie despiadado y sin escrúpulos?
Si sospesamos la magnitúd de los daños producidos por uno y otro, el suyo tiene mayor profundidad y extensión en el seno de la sociedad, ya que puede afectar a generaciones enteras y comprometer o retrasar el futuro de toda una nación. Entonces, desde este punto de vista no sería en absoluto desproporcionado considerarlo tan peligroso para el bien común, como lo pueda ser un terrorista o un asesino en serie.
Por lo que la persecución y el castigo que deben instrumentar las instituciones jurídicas, han de ser al menos con una contundencia parecidas. 
Asi, considero, que los principales enemigos de la humanidad, de las sociedades, son: el que mata y el que mata las esperanzas de bienestar de su pueblo. Por lo que el corrupto, el avaricioso depredador, debe ser despreciado, juzgado y condenado por el sentido común en parecidas medidas que los asesinos, basta considerar las consecuencias que producen unos y otros.

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