domingo, 11 de agosto de 2013

                  LOS ROSALES DEL EDEN.-
                                ¡silencio!    
                                               Dr. F. ANTONIO BERA BAUTISTA
             
                                                                                      "                   Psicólogo

"UN HOMENAJE A LA MÚSICA UNIVERSAL,
DONDE VEMOS LAS IMAGENES EN LAS QUE
SE TRANSFORMA EL SONIDO, QUE DEJA DE
SER HUMANO, PARA CONVERTIRSE EN 
DIVINO".

Los vientos del aleteo de la vida, cuando esta transcurre a ras del suelo, levantan polvaredas, hojas muertas, desechos, quedando envuelta en una espesa niebla, oscura, sin cielo ni horizonte, en un desvenir sombrío de tormentos, de pesadumbres, de lamentos.

Abiertas las alas, erguida la frente, una nave de luz viaja hacia arriba, a lo alto, a la velocidad del silencio, sí, a la velocidad del silencio. Atraviesa el hiperespacio de las sombras, de los planetas, de las galaxias, del tiempo, hacia los confines del universo, desde donde desciende a la tierra todo lo inmensamente grande y verdaderamente bello.
Nuestra nave se posa suave y lentamente, ¡vaya! ¿dónde me encuentro? ¡que luz más brillante! ¡que maravilla! ¡cuantos soles
resplandecientes  en estos cielos! de noches eternas, de días sin tiempo, donde seres inefables te llevan por los jardines de las virtudes, de las ciencias, de las artes.
El aire... ¡vaya con el aire! con aroma de rosas, ¡oh! todos son rosales! ¡y que rosas de bellezas divinales! pulverizadas por gotitas del rocío, pequeñísimas estrellitas centelleantes, que la ingravidéz de la atmósfera sostiene, suspendidas en el aire, en aquél paradisíaco paisaje, de infinidades de colores y matices, de seres etéreos, dúctiles, transparentes, radiantes. Se agrupan y se alejan danzando con movimientos exquisitamente suaves, a rítmo de sinfonías que brotan de cada impulso del aire, destellando haces de luces de azúl ténue, brillantes, dibujando pentagramas, partituras celestiales.
Sutilísimas voces angélicas cantan, cantan los corales, que viajan sobre los pétalos de las rosas, a modo de escenario, desprendidas de los rosales.
Se acercan, se unen, ¡se funden! formando notas musicales, ¡que maravillosas e inimaginables, las cosas por estos lugares!.
¡Ah! se escuchan sonatas para violín y piano, las notas ¡son rosas musicales! la tercera...la quinta... la novena...sinfonía de Ledwin Van Beethoven, entran en el espíritu, arrancando todos los males, con la fuerza que te inspira la magia de su arte. 

¡Oh! los soles, unos se levantan, otros se ponen, cubriendo y descubriendo los paisajes de los horizontes, como si estuvieran pintados por pinceles de los silfos y sílfides del aire, a ritmo de melodías, imposibles de saber de dónde salen.
Fija, seducida la mirada, los cambios de luces en los cielos de tantas tonalidades, surcados por ondas circulares, envueltas en "átomo de aire", ascienden y descienden las lluvias, aveces  de pétalos, aveces
de estrellas titilantes. ¡Ah! se escucha en acústicas celestiales, ¡las cuatro estaciones de Antonio Lucio Vivaldi!, renacen las virtudes, se fortalece el coraje, la adversidad cae vencida, el miedo ya no es importante. Girando la mirada, durante un pequeñísimo instante, un haz de luz que se acerca suave y despacio, rodeado de gotitas ingravidas del rocío, trae sonidos, más música, se oyen preciosos corales, a la vez que estallan millares de petalitos que se esparcen por los aires, ¡oh! melodías distintas se entrelazan, entre aquellos pentagramas celestiales. Las sinfonías treintaicinco y treintaiseis, en re y do mayor, templan las finas corrientes de aire, aquí la música no sólo se escucha, dibuja los paisajes, sus notas tienen aroma, los compases se convierten en imágenes.
Seres volátiles y sutiles que entran y salen , con alegres expresiones, rostros divinales. Un aliento y un soplido da inicio a las bodas de Fígaro, Wolfgang Amadeus Mozart, puso sinfonía a los amores que se unen por los hilos del destino, que su flauta mágica levanta donde brillan las almas que trascienden los sentidos.

En las aguas blancas prístinas, centelleantes, de lagos, de cascadas, riachuelos, como si estos estuvieran suspendidos en el aire, danzan
etéreas bailarinas, extiradas, transparentes, radiantes, ¡que arte! ¡ah! son Ondinas y Nereidas que dibujan violines y pianos, deslizándose las notas melodiosas, ondulantes, por los rostros de los cisnes de un blanco deslumbrante, en los lagos de Pior Llich Tchaikovski, en vez de agua, notas musicales.

Mirando fíjamente una rosa, de todos los jardines de los rosales, de su interior...salen...¡oh! ¡son adas! con el orden de hormigas volantes, a rítmo de poemas sinfónicos que compuso Richard Wagner. ¿Qué hacen? transportan sentimientos, los sumergen en los manantiales, salen como terciopelos de cielos, que alumbran los caminos, los acercan a sus senderos, fortalecidos por sinfonías que jamás se pierden en el silencio, como oro tamizado en las bateas del esfuerzo.
¡Vuelan! preciosísimas aves, sin que sean sus alas que las impulsen, aveces la música, otras veces ésta se convierte en aire. ¡Suena el pájaro de fuego! ¡la consagración de la primavera!, se abren los cielos y todas se adentran formando una sola nave, colores, tan sólo quedan colores, allí donde había plumaje, bendiciones descendentes a modo de música, de fantasía, de arte.
Se impregna la atmósfera de una belleza inexplicable, los rítmos forman figuras que viajan en los compaces, Igor Fiodorovich Stravinsky, late en el néctar de los rosales.
Los jardines son una fiesta, las sinfonías convertidas en "moléculas de agua, de aire", las fragancias que se esparcen, los seres que habitan en los manantiales, alegres juegan, por las cuerdas de los violines, por los teclados de los pianos, entonando Fantasías y Preludios, Johan Ambrosius Sebastián Bach, huele a incienso el espíritu, se estremecen las catedrales, el suspiro se hace música, y poema el aliento en medio de sus altares.
Se timbran todas las cuerdas que igualan el sonido con el silencio, lo alto se hace profundo, y lo profundo se convierte en cielo, diecinueve sinfonías, llaves maestras que intentan abrir sus secretos.
Pajarillos etéreos cantan agudos, descendiendo, entre nimbos platino, descorren un velo estrellado, abren un trozo de cielo, y una lluvia de notas que unen y armonizan los vientos, entonan las operas solemnes y gloriosas, el universo, de repente, se  hace pequeño como un átomo, luego estalla iluminándolo todo, como si el mundo se creara de nuevo, Giuseppe Fortunino Verdi, en el empezar y en el nacer, también de nuevo, se oculta la clave que convierte en primavera los más amargos recuerdos.

¡Silencio! también música brota desde las entrañas del mismísimo silencio, se escucha debajo, ¡que extraño, no en lo alto! es que va brotando un capullo, se va abriendo, lanzando al espacio rayos de luces, que no sólo brillan, también suenan, las sinfonías Alpina y Yacbeth, esas que quedaron recogidas entre las fibras de las rosas de los vientos, Richart Georg Strauss, la magia, escaladas las dimensiones del universo,el lamento es alegría, el paraíso ya no es sueño.
Cada compás sinfónico destila esencia de rosas, néctar milagrosos, que recogen angelillos en ánforas pequeñísimas, para dar de beber a los enfermos. ¡Que lugar mas hermoso! ¡cuanta belleza! la música viaja entre notas dibujadas por seres angélicos, lo divino se hace sonido antes de que fuera verbo.
Un manto de mariposas multicolores, cubriendo los cielos, dúctil, transparente, todas sincronizadas se mueven, a ritmo de melodías traidas por el viento, "Los nocturnos", Fryderick Chopin, que inrrumpe en el silencio, se encienden estrellas, dan las luces en los cielos, resplandece una con cuatro puntas  y en cada una Afrodita, Minerva, Apolo y Venus, "Nocturnos", de la música, "Nocturnos" como los sueños.
Es momento del ¡gloria! pronto regresamos de nuevo, el universo se viste de gala, todos los seres angélicos, reverentes, corales inefables cantan el ¡Aleluya! de Geor Fiedrich Händell.
Nuestra nave, ya de vuelta, desciende lentamente, y mirando hacia arriba, ¡que fuerte! esto es la tierra, que diferente de aquél lugar divino, de hadas, ángeles y duendes.

Créanme lo que os he contado, sino, pregúntenles a Beethoven, Vivaldi, Mozart, Tchaikovski, Wagner, Stravinski, Bach, Verdi, Strauss y a Händell, se asombrarán de sus respuestas, escucharán cantar a las rosas del Edén, el Edén de las verdades, el Edén de los sueños, donde no existe psicología ni medicina, tan sólo sinfonías, una luz brillante, alegría permanente, colores, seres divinales.

¡Silencio!, señores, por favor, tomen sus asientos, los conciertos van a empezar, se abren los cielos, las rosas de los rosales del Edén también se abren.
Silencio...escuchen...silencio...



                                                                Gracias por vuestra atención.