martes, 28 de febrero de 2023

El APEGO COMO CIMIENTO DETERMI- NANTE DE LA SALUD MENTAL Y EMOCIONAL.-

                                                                                             DR. F. ANTONIO BERA BAUTISTA

                                                                                                               PSICÓLOGO 


 

El vínculo de apego, basado en el amor, en los primeros momentos del nacimiento es crucial, decisivo para el desarrollo de toda la arquitec- tectura cerebral del niño, para el lóbulo parietal del bebé que es el encargado de recibir las pri-

meras sensaciones de tactotemperatura, calor, frío y presión, además para el conocimiento de sí mismo.                                                                 Hay cinco respuestas instintivas, a través de las cuales el bebé realiza el apego: chupar, llorar, aferrarse, aproximarse y sonreir.

La fase de formación del apego está entre los 2 a 6 meses, en una primera etapa y en una segunda, es entre los 6 meses y 3 años, que se debe producir la consolidación de la vinculación afectiva.

Durante este período las conductas del niño estarán orientadas hacia la necesidad de seguridad y exploración del entorno. Pero antes es imprescindi-

dible para él  sentirse seguro y cómodo y una manera efectiva de conseguirlo es mediante la caricia, de calidad, frecuencia, de la madre.

Toda su piel envía información a su cerebro, de ahí

la importancia de acariciarle todo el cuerpo.

Durante estos momentos, el amor de la madre hacia su bebé hará que ella libere oxitocina, principalmen

te a través de la lactancia, de ahí su trascendencia, una hormona clave para que el bebé se sienta tranquilo, relajado, seguro y con una sensación de bienestar. 

Se ha comprobado que la voz de la madre ejerce un efecto reconfortante por la entonación afectiva de las palabras.

Las carencias durante este período del desarrollo pueden convertirse en causas de trastornos de la

salud mental en la edad adulta.

También es en este período en el que el recién naci-

do, a través de la activación  del sentido del tacto, se estimule su cerebro, puesto que es el que se desarrolla más rápidamente y el que utilizan para sus contactos con el mundo. Lo mismo que el olfato, cuya base neuronal se encuentra en el lóbulo temporal y que el bebé estimula mediante el reconocimiento de su madre por el olor del líquido amniótico.

También es ahí donde se recibe y procesa informa-

ción de los oídos que ayuda a que el bebé pueda preferir la voz de la madre. Y así se echen las bases

para las capacidades de intimidad y de amor.


Importantes investigaciones científicas por medio de neuroimágenes de los últimos años y respalda-

das sólidamente por la literatura científica, no dejan

dudas del rol fundamental de las interacciones bebé

madre para el desarrollo emocional y cerebral, por

tanto para la salud mental, las capacidades psíqui-

cas y sociales, los procesos de aprendizaje, puesto

que los bebés aprenden mejor cuando se sienten cuidados y saben que sus padres están ahí para cui-

darlos. De ese mismo modo, cabe destacar que la

actividad más importante que se puede realizar para

ayudar a los hijos aprender y para conseguir que el

mundo le resulte atractivo, sea hablarle, conocerle,

jugar juntos.

Ya entre los 15 y 18 meses el niño manifiesta un

gran interés de interacción (una edad buena para

llevarlo a la guardería) y le gusta jugar junto a

otros niños. Y en esa interacción con los demás em-

pieza a forjar su yo.

Es gracia a la ayuda del correcto desarrollo de la 

fase de apego, que a los dos años ya el niño puede

darse cuenta cuando otra persona está lastimada o

triste. Por ejemplo, se detiene o pone cara triste cuando otro está llorando. Además los mira a la cara para ver como reacciona en una situación nue-

va. Son las neuronas espejo que están actuando como elementos cerebrales necesarios para el desa-

rrollo de capacidades tan importantes como la em-

patía, además de la imitación, capacidades cognivas

y conducta social.

Y es hacia los cuatro años que maximiza sus capa-

cidades de socialización, la empatía y su propia identidad. Capáz de consolar a otros niños que

están lastimados o tristes. También abraza a un

amigo que está llorando. Es más independiente y

aparece la conducta de la rebeldía.

Un hecho importantísimo en el desarrollo tiene lu-gar entre los 5 y 6 años, cuando el niño alcanza la

conciencia de la diferencia de género y elige los ju-

guetes según su género. Poniéndose de manifiesto

que es un fenómeno que está inscrito en la natura- leza identitaria del niño, no dependiente de la cul-

tura como suele afirmarse en colectivos interesa-

dos. Un hecho avalado por las investigaciones desde la cuna hasta la tumba que se ha realizado en

en los países Escandinavos, ya referido en otro artí-

culo por su trascendencia y actualidad, que han hecho lo imposible por imponer una igualdad for-

mal entre hombres y mujeres eliminando todos los elementos culturales que pudieran condicionar o

acentuar diferencias de género. Hasta los juguetes

son neutros. ¿Y qué ha pasado? exactamente lo contrario a lo previsto:

¡la diferencia de personalidades entre hombres y

mujeres se ha acentuado!

Es un descubrimiento científico impresionante y 

al mismo tiempo decepcionante para los ideólogo

de la doctrina de género:

"Si erradicas las diferencias culturales, maximizas las diferencias biológicas".

Esto es, que si los indicadores de su desarro-

se van produciendo conforme a la norma, existe

una óptima relación materna-paterna, así como

un normal desarrollo intrauterino, es decir, sin im-

pactos traumáticos, no deberían producirse trastor-

nos de su identidad, sobre todo de género, que lo

conduzcan hacia la autodestrucción o el suicidio.

Así que el apego regula la homeostasis fisiológica,

la autorregulación emocional y es la base de las

capacidades cognitivas complejas.

Se trata, pues, del vínculo emocional más importan-

te en la primera infancia, que condiciona la forma

de relacionarse con los demás, primero con los ami-

gos y después formando una pareja.

Es en esa buena relación emocional y afectiva por

la que se sienta la base de una personalidad madura

y de una vida felíz y exitosa.

Si el niño no establece un vínculo seguro con sus

cuidadores (principalmente con la madre), intima-

mente vinculado a un amor incondicional, es prác-

ticamente seguro que se enfrente en la edad adulta

trastornos de la personalidad, puesto que como po-

demos apreciar, es imprescindible, además de ser

lo más inteligente, aceptar que lo superior a noso-

tros, a nuestros pensamientos, deseos, caprichos o voluntad, está inscrito ya en nuestra naturaleza.





 

 

 

 

 

 

     

       

 

 

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