lunes, 28 de noviembre de 2016

                                                         LA SOLEDAD.-
                                                                  Dr. F. Antonio Bera Bautista
                                                                                                                  Psicólogo

"Nacemos solos y morimos solos,
y en el paréntesis, la soledad es
tan grande, que necesitamos
compartir la vida para olvidarla"
(E. Fromm)

En el año 1959, la dra. Freida Fromm, publica el primer
texto científico sobre la soledad. (On Loneliness).
En el dijo: "la soledad parece ser una experiencia tan
dolorosa y aterradora, que la gente haría cualquier cosa
para evitarla".

Suele ocurrir que sentirse solo es una vivencia subjetiva
en función de las expectativas que se tienen. Es decir,
"que no se trata de cuán solo se está realmente, sino
de cómo de solo se siente una persona".
Si sus relaciones sociales no son satisfactorias, cuando
no puede estar solo sin sentirse solo, experimentando
angustia, ansiedad, o bién, sentirse solo cuando se está
rodeado de más personas.

La soledad es una experiencia indeseada similar a la
depresión o a la ansiedad, bién porque se carece de
compañía, por desamor, porque se está triste, por deses-
peranza, decepciones o negatividad.
Se trata de un fenómeno de características variadas.
Así, nos podemos encontrar una soledad esperada, 
necesaria, deseada, inoportuna, evitada pero finalmente
ineludible. También las hay impacientes, tranquila,
relajada, la del que está completamente solo o en la
paradoja de habitar un espacio de soledades compartidas.
La del que se ha separado y la del que no soporta ima-
ginarse solo.
También hay una sujeción a la soledad que nos retiene
indefinidamente perdidos o la que permite encontrarnos
con alguien.
Otra especialmente dolorosa, es la soledad a la que nos
arroja la enfermedad, la desfiguración del cuerpo.
La de padecer la incomprensión y la injusticia.
La soledad orgullosa del narcisismo y también la
soledad del poder.
Especialmente punzante es la soledad "del que se
tiene que ir, viendo que los demás se quedan y la del
que se queda cuando los demás se han ido".
Esto es, la de la despedida y la de las pérdidas. O bién
esa soledad llena de negruras, penosa, lenta e interminable, 
la de entrar completamente solos a la recta final e inexo-
rable de la vida.
En todos los casos, es la soledad un estado incómodo,
nunca neutral e indiferente.

Un estado que requiere de una aceptación , una com-
prensión y un esfuerzo nunca del todo suficiente.
Puesto que la soledad engendra más soledad y cuando
incluye el aislamiento, su forma más oscura, su 
rostro más temido y más conmovedor.
Como dijo la dra.Freida Fromm: "el desamparo y el
dolor que la falta de conexion lcon otros genera y
retroalimenta produciendo una espiral de desconfian-
za y hostilidad de la que es complicado salir".
Pues es la brecha entre las relaciones interpersonales
ideales y las que uno percibe, lo que genera y man-
tiene ese sentimiento teñido de amarguras, lo que 
uno desearía tener y lo que siente que tiene.
Observen estas palabras de  Amos Oz: "cada uno de
nosotros es una península, con una mitad unida a
tierra firme y la otra mitad mirando al océano".

Robert Weiss, considerado el teórico por excelencia
sobre la soledad, dijo que "la soledad es una res-
puesta ante la ausencia de una provisión de relación
particular".
Los psicólogos consideran que alguien está solo 
cuando no mantiene comunicación con otras personas
o cuando percibe que su relaciones sociales no son
satisfactorias.
Nuestra era tecnológica no tolera excusas para la
soledad. Ha redefinido la soledad como falta de
visibilidad y exposición. 
Puede que para muchos no ser visto es ahora estar
solo. La exhibición pretendiendo reemplazar la 
introspección, y la empatía que se produce en el
vínculo real, al calor de la presencia y el encuentro
con el otro.

A continuación hacemos un resúmen de datos ob-
jetivos del panorama científico actual respecto a
la soledad.

No fué hasta los años 80 cuando empezó a consi-
derarse un tema de investigación empírica.
Estudios con gemelos y hermanos adoptados, han
probado que la soledad tiene un componente gené-
tico. Aúnque se trata de una dolencia más silencio-
sa y difícil de detectar.
La soledad crónica es el resultado de la interacción
entre genética y circunstancias vitales.
70 estudios efectuados entre 1980y 2014, conclu-
yen que el aislamiento social, es decir, tener pocos
contactos sociales o ninguno, o realizar pocas
actividades sociales o ninguna, están vinculados
con la muerte precóz. Se tiende a un peor funcio-
namiento inmunitario.
Esto se debe a que estamos literalmente programa-
dos ser seres sociales, y nuestro sistema inmunitario
y nuestra respuesta al estrés simplemente funcionan
mejor cuando estamos en colectividad.

Así que el aislamiento social influye sobre moléculas
relacionadas con procesos inflamatorios, enfermeda-
des cardíacas, infecciones virales y cáncer.
También se ha comprobado que la soledad aumenta
el peligro de padecer Alzheimer.
Ese sentimiento de vacío casi insoportable que con
frecuencia lleva a la obsesión de estar todo el día
haciendo cosas y la preocupación de tener siempre 
ocupado los espacios de nuestro tiempo libre.
(¿Podría ser mirando compulsivamente el whatsapp,
el facebook, también?).

Otros estudios liderado por la dra. Naomi Eisemberg,
prof. de psicología social de la UCLA. EEUU, se
encontró que ser excluido y tener sufrimientos de
soledad, puede afectar el cerebro en una forma
similar al daño físico. Otro estudio del 2011, se halló
que las personas que sienten soledad, tienden a
experimentar màs interrupciones del sueño en la
noche. En el 2012, el estudio concluyó que vivir
solo o simplemente sentirse solitario, se tendría mayor
probabilidad de experimentar demencia.
En el estudio realizado por Juan Díez Nicolás, se 
comprueba que los elementos socialdemográficos
han tenido una clara influencia sobre la soledad,
dadas las transformaciones que han sufrido la es-
tructura familiar. Estos cambios en los modos fami-
liares, precedidos por la baja fecundidad y el 
descenso de la natalidad en españa, por la crisis
del sistema de cuidados y la desprotección familiar,
rasgos que contribuyen a un aumento de la soledad.

Los expertos consideran como clara la influencia de
la esperanza de vida, situación que ha provocado que
actualmente nos encontremos con un importante vo-
lúmen de personas mayores, dentro de la pirámide
poblacional española que se encuentran solas. 
Cuatro millones de personas sufren la soledad.
Precísamente es durante la prestación de mi servicio
en la Unidad móvil de Emergencia Social de la 
Cruz Roja Española donde constato cada día este
fenómeno, que en gran medida, inspiró la realiza-
ción de este artículo.

Así que la soledad tiende a aumentar de forma conti-
nuada con la edad.
En la encuesta del Instituto Nacional de Estadística
 las personas que viven únicamente consigo mismas
en nuestro país, casas unipersonales, son el 25%
(en concreto, 4,504,700 personas). En su mayoría
mujeres, un 77,9%.

Un fenómeno curioso es que la soledad parece
más frecuente en la sociedad urbana que en las
rurales. Es en el mundo urbano donde se percibe
mayor el aumento.
Sin embargo, en las grandes ciudades, a pesar de
contar con un entorno más favorable para el trato
y la motivación social, las personas están más 
solas y aisladas, a pesar de estar rodeado de gente
y de contar con mayores recursos que fomenten 
el contacto. Se tiene menos tiempo, se hacen menos
cosas en común y se va perdiendo ese sentimiento
de pertenencia a un grupo o a una comunidad.

También el problema que entraña conciliar la vida
laboral y familiar (y social), provoca dificultades
en las familias a la hora de responder ante esta cir-
cunstancia, por lo que es un factor que claramente
conduce a la soledad, sobre todo en los mayores.


Hay un tipo de soledad que queremos destacar, es
la soledad emocional (muchos se identificarán con
ella), o ausencia de una relación intensa con otra
persona que nos produzca satisfacción de elevada
calidad y seguridad.
A diferencia de la soledad social, que se refiere a la
no pertencia a un grupo que ayude al indivíduo a
compartir intereses y preocupaciones.
La soledad emocional puede ser mucho más frecuen-
te de lo que cabría imaginar, puesto que se da de
forma silenciosa en aquellas personas que disponen 
de una pareja, pero con vínculos de calidad afectiva
y de comprensión, bastante deficitario. Se conside-
ran acompañados y que comparten su vida, aúnque
con unos fondos de desagravios que llegan a ser 
incluso dolorosos.

Un aspecto importante a destacar en la soledad social
es en aquellas personas que a penas hablan más
que con su familia, algún compañero/a, algún amigo
esporádico, vecino o pareja. Por lo que incurren en
una pobreza de interacción social, que con frecuencia
alimenta distorsiones en la visión de los demás y en
la interpretación del mundo que les rodean. Situación
esta que puede cuajar como soledad social.
A los que les suele atraer frases como: "no me entienden",
"la gente sólo quiere hacerte daño", "lo único que les
interesa es sacarte algo", "cada vez que confías en 
alguien te pegan la puñalada", etc.

Por lo que, cuando nuestra habilidad para relacio-
narnos es deficiente, aumenta la probabilidad de
que nos quedemos solos, ya que las relaciones que
mantenemos son menos entusiastas y empáticas.
En ese panorama, mejor es intentar profundizar
en las relaciones, aúnque en principio no sean
satisfactorias.
Dada la gravedad del fenómeno, de la dolencia 
de la soledad, hay que verla como un factor de 
riesgo al que hay que encontrarle una solución
médica.
¿No deberíamos determinar los niveles de soledad
como hacemos con la tensión arterial o con el
colesterol en la sangre? se preguntó alguien.
Y puestos en situaciones extremas tal vez tengamos
que tener en cuenta lo que dijo Vinicius de Moraes:
"Es mejor sufrir juntos que ser felíz solo".

¿Recuerdas la letra de aquella canción? 
"...soledad, soledad y tristeza...y no hay eco que
a mi me responda...y unas ganas inmensas de ponerme
a llorar..."



Gracias por vuestra atención.

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